CAPÍTULO 7 GLICO LE PRESENTA A HEMO EL VALLE DE BUJARUELO
Ya tenemos aquí el nuevo capítulo de las historias de Hemoglobina y Glicosilada, escrito por Susana Ruiz.
Desde Barchilon Correduría de Seguros cuidamos de las PERSONAS CON DIABETES y trabajamos para divulgar e informar sobre la Diabetes de una forma atractiva y entretenida. Creemos que estas historias serán una herramienta genial para ampliar este mensaje.
Hemo estuvo semanas mostrando a su familia y amigos las fotos de Ordesa. Estaba muy contenta de lo que había vivido aquel día. Por primera vez en mucho tiempo desde que tenía diabetes se había sentido de nuevo como una niña. Una chica con ganas de explorar y vivir aventuras en la naturaleza. Y todo gracias a Glico y también a Mendi Broto.
Tras aquella excursión le había tocado la consulta trimestral con su endocrino en el hospital de Jaca, a quien toda orgullosa había mostrado también las fotos del valle de Ordesa. Pero, sobre todo, la foto que había inmortalizado Glico con la cifra del medidor de glucosa en las Gradas de Soaso, 111, la cifra mágica. – ¿Ves? Dijo Hemo dirigiéndose a su endocrino. -He podido controlar mis glucemias muy bien caminando por Ordesa-
Su endocrino le había respondido con una amplia sonrisa, dándole la enhorabuena y animándola a que continuase así. –“Claro que sí Hemo, por supuesto, aprendiendo cómo controlar tu diabetes es posible perfectamente que persigas tus sueños- “Le había dicho guiñándole un ojo.
Cómo suele ocurrir cuando alguien siente por primera vez el flechazo por las montañas, Hemo quería más. Se había enamorado de Ordesa y sabía que le quedaban innumerables senderos y valles que recorrer. Glico, contenta por el entusiasmo de su amiga, le prometió organizar una excursión para el siguiente fin de semana. Le presentaría otro valle, el Valle de Bujaruelo.
Así que durante los días previos Glico se dispuso a preparar la ruta, que, aunque ya había realizado en varias ocasiones, prefería repasar e intentar no dejar ningún cabo suelto. Las acompañaría un socio del club Mendi Broto, Miguel, monitor del club y con gran experiencia en montaña. Fue la única forma con la que lograron convencer a sus padres para que las dejasen marchar ese fin de semana. Glico como buena negociadora, tras la “imposición paterna para que las acompañase un adulto”, había logrado que las dejasen pasar todo el fin de semana en Bujaruelo. Por lo menos tenían libertad para elegir al monitor, ya que aunque todos fuesen simpáticos, Miguel resultaba el más abierto y alegre de todos, o por lo menos con el que mejor sintonía tenían ambas.
Llegó el sábado por la mañana, a las 8 en punto los tres excursionistas se encontraban montados en el coche que los acercaría hasta el aparcamiento desde donde empezarían la ruta.
El sendero que iban a recorrer hasta Bujaruelo, formaba parte de LA GRAN RUTA PIRENAICA, GR11, que atravesaba todos los pirineos desde una punta a otra. Para Glico era uno de sus sueños, algo que rondaba por su mente llevar a cabo en un futuro…
Montados en el coche, salieron de Broto, atravesaron el precioso pueblo de Torla, para llegar en pocos minutos hasta el aparcamiento donde dejarían el vehículo hasta su vuelta.
Les esperaba una jornada intensa. Empezaron a dar sus primeras zancadas por un sendero que ascendía fuertemente por un bosque, para suavizarse justo en el desvío hacia el collado del Cebollar. Pararon porque los tres estaban exhaustos, querían recobrar fuerzas tomando agua y algún tentempié.
Reiniciaron la marcha, resultando a partir de ese momento más cómodo el sendero. Después volvió a complicarse, sobre todo para Glico, a quien le resultó un tramo bastante vertiginoso, teniendo que prestar cuidado para no resbalar, por las hojas de los árboles que cubrían el suelo totalmente húmedas.
Los tres marchaban rodeados de hayas, escuchando el fuerte ruido del rio Ara, disfrutando. De repente, Glico se tensó, la senda empezó a ganar dificultad, estrechándose, teniendo que sortear algunos barrancos. Hemo y Miguel la animaban a continuar, aunque a Glico se le estaba haciendo cuesta arriba. Hemo y Miguel adivinaron por la expresión de Glico, que ésta no estaba disfrutando, sino más bien lo contrario. Aquel tramo, escuchando de forma continua el fuerte estruendo de las aguas del Ara descender con furia no ayudaba a tranquilizar a Hemo. Por ello, Miguel y Glico, decidieron parar unos segundos para calmar a Hemo, convencerla de que podía hacerlo y engatusarla con las vistas de las que pronto sería testigo con el último esfuerzo
Al cabo de unos minutos empezaron a asomar las primeras praderas entre el bosque, los tres acabaron por salir entre las ramas de la vegetación del bosque para observar un escenario maravilloso. Justo en frente de ellos el Puente Romanico de San Nicolas de Bujaruelo. Llegados a ese punto, todos los miedos que habían invadido durante un tiempo a Hemo se disiparon, pasando a invadirla unas sensaciones de felicidad por todo el valle que observaba. Los tres se lanzaron a cruzar aquel Puente Románico para alcanzar el Refugio al otro lado, preguntándose mientras lo hacían ¿Cuáles serían las historias que aquel puente podría contar en caso de poder hablar? ¿Historias de contrabandistas? ¿Peregrinos caminando en la clandestinidad por encima de sus piedras camino de Santiago? Y ahora, montañeros deseosos de disfrutar de aquel paisaje natural.
Tras atravesar el puente, los tres cayeron exhaustos sobre la hierba en la orilla del rio, cuyas aguas ahora fluían con tranquilidad para disfrutar de una merecedora comida.
Hemo, observaba a su alrededor, descubriendo las innumerables rutas que se abrían camino desde ese punto. La magia de Pirineos parecía interminable…