CAPÍTULO 6: CUANDO HEMO SE ENAMORA DE ORDESA, COLA DE CABALLO

Ya tenemos aquí el sexto capítulo de las historias de Hemoglobina y Glicosilada, escrito por Susana Ruiz. 

Desde Barchilon Correduría de Seguros cuidamos de las PERSONAS CON DIABETES y trabajamos para divulgar e informar sobre la Diabetes de una forma atractiva y entretenida. Creemos que estas historias serán una herramienta genial para ampliar este mensaje.

 

La primera vez para Hemo en Ordesa fue una experiencia inolvidable tal y como le había prometido su dulce amiga Glico. Hemo descubrió un mundo nuevo que se fue abriendo paso con cada zancada. Mientras caminaba fue dejándose embriagar por el espectáculo natural que le rodeaba. Al inicio, las señalizaciones las llevaron por una cómoda pista donde poder ir disfrutando mientras se caminaba por ella. Disfrutando de los árboles que se extendían a ambos lados de la pista, escuchando los pájaros, sintiendo que su mente recibía innumerables estímulos en cada paso. Pronto Glico alzo la mano para indicar a su amiga las espectaculares paredes del valle, excavadas por la erosión del antiguo glaciar.

Hemo, fue relajándose cada vez, olvidándose de su cifra de glucosa matinal, sonriendo, sintiéndose libre en mucho tiempo. Glico, caminaba al lado de ella en silencio, sabedora de las sensaciones que estaba teniendo Hemo y dejando que ésta las disfrutase. Pronto llegarían a las Gradas de Soaso donde llevarían a cabo la primera parada todo el grupo, para contemplar la cascada, aprovechar para tomar algún tentempié, y nuestras amigas para controlar de nuevo sus niveles de glucemia. Sacaron sus glucómetros de las mochilas y se dispusieron a hacerse las pruebas de glucosa. El primer glucómetro en marcar la cifra fue el de Glico, 139. Después Hemo, a quien los segundos se le hicieron eternos, ya que, de nuevo, al parar para hacerse el control de glucemia, las dudas y los nervios por su nivel de glucosa le habían vuelto a invadir. 111 fue el resultado. ¡La cifra mágica!

Una gran sonrisa se dibujo en el rostro de Hemo y esta fue relajándose cada vez más. Su amiga Glico, le contesto con un guiño a la vez que la invitó a tomar algún tentempié, ya que todavía les quedaba jornada y era el momento de almorzar para evitar que la glucosa descendiese unos metros más adelante.

El resto de compañeros de Mendi Broto, hicieron lo propio, así que, con unas vistas inmejorables, escuchando el rugido de las aguas de la cascada, almorzaron todos juntos mientras sacaban algunas fotos para inmortalizar el momento. Fotos con las que al final de año, junto con las fotos de otras excursiones, editarían un vídeo muy chulo que enviarían a todos los socios del club para revivir todos los momentos vividos.

Después del almuerzo, continuaron por el sendero, ascendiendo poco a poco, disfrutando de cada paso.

Durante el recorrido, pudieron disfrutar de los diferentes saltos de agua del rio Arazás y de las cascadas de Arripas.

Fueron ganando altura poco a poco, adentrándose en un bosque donde Hemo acabó por determinar que los duendes y hadas los observaban mientras transitaban por él.

Bosque que, durante el otoño, época en la que se encontraban, se extendería cubierto por un manto de hojas caídas de los árboles.

El sendero, les fue narrando una historia, una historia de barrancos, ríos, cascadas, arboles, hayas, Ordesa se comunicaba con ellos con los cantos de los animales que la habitaban, escondidos. Fueron experimentando cambios de temperatura al caminar por zonas sombrías o más expuestas al viento, sintiendo un gran confort allí donde el sol conseguía penetrar sus rayos. Por sus senderos transitaban familias con niños, cuadrillas, amigos, parejas, montañeros más preparados llevando a cabo el GR 11 o camino de la cima de Monte Perdido. Todos disfrutaban del camino, del cuento en el que se encontraban inmersos.

Sabias que estabas llegando al valle cuando empezaba la cuesta a empinar y el esfuerzo empezaba a ser un poco más exigente, cuando el camino se estrechaba y se convertía más abrupto.  Cuando las Hayas dejaban de arroparte y el viento empezaba a golpear en tu rostro con más brío y fuerza y los rayos de sol alcanzaban tus ojos nublándote la vista.

Glico, de repente, paró en seco para darse la vuelta, sonreír a Hemo y mostrarle con una sonrisa el valle que se abría delante de ellas. Hemo, quedo unos segundos paralizada, empezó a sentir que la montaña la abrazaba, se dio cuenta que estaba rodeada de majestuosas montañas, caminando entre ellas, observando todavía en la lejanía el final del enorme valle que se extendía frente a ellas.

Hemo disfruto enormemente del último tramo, antes de llegar a la famosa Cola de Caballo, la gran cascada de Ordesa, justo al lado de un gran muro natural que escondía al Refugio de GORIZ Y MONTE PERDIDO.  Frontera que marcaba también, el nivel montañero. A partir de la cola de caballo se traspasaba a otro escalón, se requería más experiencia.  Glico se acercó a su amiga para susurrarle. “Pronto estarás preparada para ascender por ese sendero que te llevará a descubrir otro mundo.

Al pie de la Cascada, Hemo se emocionó enormemente y se lanzó a los brazos de Glico, muy poco dada a las muestras de cariño pero que, sabiendo la emoción de su amiga, aceptó con una mueca aquel abrazo. El ruido del agua cayendo por la cascada resultaba ensordecedor. Se acercaron todavía más para disfrutarla. Acabaron totalmente empapadas mientras saltaban de alegría en torno a la cascada. Mientras todos los miembros de la excursión reían y saltaban, Hemo se dio la vuelta, observando con curiosidad, como unos montañeros con unas enormes mochilas a sus espaldas se disponían a ascender por el sendero que su amiga le había mostrado unos minutos antes. Se prometió que ella también llegaría el día en que tomaría la misma dirección para descubrir otro mundo.